CREACIÓN, ESTRATEGIA Y
MANAGEMENT DE EMPRESAS Y ORGANIZACIONES DESDE PERSPECTIVAS DIFERENTES E INNOVADORAS

sábado, 21 de febrero de 2009

El poder de la inepcia

Uno de los errores más comunes, y que reconozco que he sufrido recientemente, es el no contar con el gran poder de la inepcia.
Según la RAE, la inepcia, es la cualidad del necio; y necio es el ignorante que no sabe lo que está en su mano saber, o lo que está obligado a saber.
Un necio es un imprudente y anda falto de razones; un atrevido en su ignorancia, y quizá por eso, terco y porfiado en lo que dice y en lo que hace.
La inepcia aparece en la corrupción del menudeo, la de cada día, la del puesto de trabajo, la de la sospecha, la de la palmada en la espalda, la de los secretos… la que hiere, la que humilla, la que divide, la que anestesia la conciencia, la que nos calla para otorgarle la palabra a quien nos la arrebata.

El consultor debe tratar con clientes de todo tipo, y a veces no puede elegir a los más adecuados. Es más que probable que topemos con el necio agresivo, que parapetado en su ignorancia cuestiona la labor bien hecha, o no es capaz de apreciar el trabajo intelectual, y lo que es peor… no son capaces, por falta de perspectiva, de valorar los resultados. Últimamente he tenido que “sufrir” a este tipo de personas, que , por ejemplo, no son capaces de darse cuenta que es un buen resultado el aumento en más de un 60 % de sus tarifas en 3 años, o la consolidación de un sector. El necio cree que las cosas suceden por inercia, y no es capaz de darse cuenta de que los resultados siempre responden a una serie de acciones desarrolladas, a veces demasiado sutiles para su obtusa mente.
El necio no sabe que lo es, más a menudo piensa que conoce mejor que nadie, y con simpleza, los porqués, causas y soluciones. Cuando ustedes oigan a alguien, que sin argumentos y torpeza exponga que “no hemos hecho nada” ( a pesar de que , por ejemplo se haya aumentado la facturación en proporciones impensables en mercados congelados), no piense que se trata de una persona con ganas de trabajar en pos de un resultado; generalmente estaremos ante un ejemplo de inepcia. Lo que acontecerá es que el necio acertará en su apreciación, pero individualmente: efectivamente él no hace nada. Se quejará y participará poco en las soluciones. El necio en los círculos empresariales suele quejarse, criticar, y entorpecer; no aportará ideas, soluciones ni trabajo. Su necedad aumentará cuando se una a otros necios, que retroalimentarán sus posiciones; siempre fue buen refugio de la estupidez el gregarismo y el rebaño. Si el necio además ocupa un puesto de relevancia en la organización a la que asesoramos, podrá hasta mostrar comportamientos agresivos : desconfianzas, actuaciones a espaldas del consultor, palos en las ruedas… basados en esa supuesta superioridad que le da su puesto y que demuestra, una vez más, sus complejos internos.
Como apunta el periodista Daniel Noya, tanto
Pascal Bruckner como José María Guelbenzu coinciden en el regreso en nuestra época del iletrado, aunque Bruckner va más allá, el regreso del imbécil agresivo cuyo enemigo es el que anda entre libros, entre cuadros, músicas y otros engendros imaginarios, ¡qué pereza para el estúpido, para el imbécil agresivo, para el idiota militante! Rafael Argullol añade dos sustantivos apropiados a esta nuestra época que a duras penas respiramos: ésta es la época de los necios y los canallas. Los necios –dice Argullol- casi nunca saben que lo son y los canallas casi nunca reconocen serlo, pero unos y otros, alimentándose mutuamente, han acabado creyendo que en el mundo sólo hay lugar para ellos.
Ya
Anatole France apuntaba que un necio es más funesto que un malvado, porque el malvado descansa algunas veces; el necio jamás. Por eso el hombre masificado ha perdido la capacidad de oír, razonar y dialogar. Ahora se siente capaz de juzgar, decidir y sentenciar; él es la autoridad. Ciego y sordo, se siente con el derecho de expresar sus opiniones en cualquier ámbito de la vida pública. Ese es el sustrato fértil en el que surge la demagogia, una forma de degeneración intelectual que ha estrangulado civilizaciones enteras

¿ Y Que hemos de hacer?
En primer lugar, saber que es inevitable encontrarse con este tipo de cliente, sobre todo en sectores con poca formación empresarial, e incluso poca formación básica ( por desgracia grandes áreas de nuestra economía, dominada por PYMES adolecen de poca formación, e incluso de bolsas de
analfabetismo funcional)
En segundo lugar, tratar de no contaminarse de la inercia agresiva y de embrutecimiento que muestran. Seguir trabajando con los criterios de profesionalidad necesarios, pero sin tener en cuenta la opinión de este tipo de clientes como baremo de evaluación, tratemos de buscar referentes objetivos para nuestra evaluación.
En tercer lugar tratar de asegurar el pago. Este tipo de clientes nunca valorará nuestro trabajo. Valorarán más al profesional mediocre con honorarios altísimos, y que le traten como “no necios” que al consultor profesional. No es recomendable prostituirse y rebajar nuestra posición profesional a cambio de más honorarios; a medio plazo no será rentable ni siquiera para nosotros, y nefasto para nuestro crecimiento personal.
En cuarto lugar no desesperarse… , y como consolación filosófica les dejo
las leyes fundamentales de la estupidez humana, extracto del extraordinario texto que sobre el tema escribiera Carlo M. Cipolla:
La Primera Ley Fundamental:” Siempre e inevitablemente cada uno de nosotros subestima el número de individuos estúpidos que circulan por el mundo”.
La Segunda Ley Fundamental:” La probabilidad de que una persona determinada sea estúpida es independiente de cualquier otra caracterí­stica de la misma persona”.
La Tercera Ley Fundamental:” Una persona estúpida es una persona que causa daño a otra o grupo de personas sin obtener, al mismo tiempo, un provecho para sí­, o incluso obteniendo un perjuicio”.
La Cuarta Ley Fundamental:” Las personas no estúpidas subestiman siempre el potencial nocivo de las personas estúpidas. Los no estúpidos, en especial, olvidan constantemente que en cualquier momento y lugar, y en cualquier circunstancia tratar y/o asociarse con individuos estúpidos se manifiesta infaliblemente como un costosí­simo error”.
La Quinta Ley Fundamental:” La persona estúpida es el tipo de persona más peligroso que existe. El estúpido es más peligroso que el malvado”.