En “El coleccionista de Mundos”, el escritor búlgaro Ilija Trojanov, relata la existencia en la profunda India de las “mujeres cobra”, las jóvenes más bellas son raptadas y llevadas al templo de la cobra dónde se les iba administrando desde niñas dosis crecientes de veneno de la serpiente. Sus bellos cuerpos inmunizados destilaban veneno en todos sus fluidos: sudor, saliva, lágrimas. Un beso de estas sacerdotisas era letal. Habla también de un sabio que conscientemente amó a una de las damas, sacrificando su vida a cambio de un acto de amor de la joven. No parece ser una invención de Trojanov, en algunas obras poco conocidas del fin de la edad media y del renacimiento español como los “Castigos de Aristóteles” o la “Glosa de Garda de Castrogeriz” hay un lugar también para lo fantástico en el episodio de la mujer-serpiente en el que se narra que una Reina india envió a
Alejandro Magno, entre otros regalos, una doncella que había sido criada con veneno de serpiente. Si no fuera por Aristóteles que advirtió la naturaleza de esta mujer, al observar su extraña mirada fija en los demás, la vida de Alejandro hubiera peligrado; un condenado a muerte, a quien, por indicación de Aristóteles, dejaron solo con ella, murió a consecuencia de la mordedura de esta mujer venenosa. Aristóteles, en este episodio se presenta como versado en la magia, a la usanza medieval.

El fenómeno de la mujer-cobra aparece con frecuencia en las empresas, y también en las relaciones interpersonales. En estas últimas aparecen como personas que estando acostumbradas a recibir alimentos emocionales tóxicos con frecuencia sólo son capaces de hacer surgir de su persona venenos incluso en actos íntimos. Con desprecios pagan cariño, reprochan la existencia de actos de amor, o desconfían de una mirada limpia. Reaccionan con rapidez como la cobra, pero también ciegas como ellas, y guiándose por un equívoco sentido térmico. La cobra sentirá que nunca es suficiente lo que se le otorga, demandando más, y cada vez fijándose en metas más vacías, superficiales o de falsa belleza ; pero se sentirá estéril ya que ya no conoce lo que es dar sin esperar a cambio ni tampoco la plenitud de la dádiva sincera.
El fenómeno se repite en el seno de las empresas… jefes tóxicos, operarios tóxicos que contaminan a los demás…también existen empresas-cobra que emponzoñan mercados implantando absurdas guerras de precio en las que todos pierden o que contaminan a sus proveedores, incluso comportándose como boas y asfixiando sus posibilidades ( muchas aseguradoras son boas que oprimen a sus proveedores de servicios )…
